Hace unos años, trabajando una noche en un centro, acababa de ingresar un paciente que había tenido un accidente de tráfico y quedaría para siempre en una silla de ruedas. Fue una noche difícil para los que allí estábamos pues el dolor que le producía le hacía chillar y llorar sin parar. Podía tener la misma edad que yo…
Hoy me lo encontré, después de varios años y con mucho cariño me preguntó qué era de mi vida. Le conté por encima mis experiencias y cuando yo le pregunté cómo estaba la respuesta fue esta:
«Belén, lo peor no es ir en silla de ruedas. Lo peor es el rechazo de la sociedad por ir en silla de ruedas.»
Gracias, Carlos. Me ha encantado verte.