¿Por qué no la quieren?

Hace unos años tuvimos una mala, malísima experiencia con la tutora de Lucía.

Hace unos años nuestra niña, esa que no conocía la maldad, esa niña que no entendía cuando le hablabas pero que venía a que le hicieras cosquillas. Esa niña pequeña de apenas seis años con un diagnóstico de autismo, que tenía muchas dificultades en algunos aspectos pero muchas cosas buenas, muchas más virtudes que defectos, muchísimas cosas buenas pero que por «algo» pues no la querían, les molestaba, entorpecía el trabajo de los demas, lloraba y no la entendían, quería jugar siempre al ordenador etc, etc, etc . En definitiva no era una más en esa clase de 25 niños. En definitiva era un estorbo, no tenía posibilidad ni siquiera de una oportunidad. No era apta para estar allí. Ahh sí, estaba allí en los papeles…

Aquella niña era mi hija y ¿cómo te enfrentas a eso?, ¿cómo te pones a discutir con la gente si no tienes ganas?, ¿cómo tienes que estar pendiente de excursiones y reuniones para poder ir?, ¿cómo pides tutorías y te dan largas?, ¿cómo aceptas que no quieren a tu hija?

¿Por qué no la quieren?, ¿qué ha hecho para que no la quieran?, ¿por qué les molesta?, por qué tantas cosas… y piensas y piensas y te pasas días pensando en cuál será la razón para que eso ocurra…»Es una niña de 6 años, es una personita que nunca ha hecho daño a nadie» te repites una y otra vez.

Y piensas y sigues pensando y sigues mientras hablas con ella siempre que puedes, mientras le dices una y otra vez que estás ahí para todo lo que necesite, que no tenga problema en pedirte lo que haga falta, que entiendes que es una clase con muchos niños y que ella requiere apoyo, que entiendes que haya ratos en los que sea difícil y que no te importa si aprende menos que lo que quieres es que esté allí con todos los niños, que quieres que comparta todo con ellos, que quieres que sea una más en todo, ¡que quieres que se cumplan sus derechos!.

Sigues pensando y mientras el tiempo pasa y a tu hija siguen sin quererla allí, no encuentras la razón por la cual ese «algo»impide que sea como los demás o mejor dicho no tenga el mismo derecho y oportunidades que los demás porque en realidad es «igual y no es igual» a los demás. No conozco dos personas iguales, ¿vosotros sí?

Sigues pensando y un buen día aparece otra profesora, por baja de esta tutora tan «inclusiva», y TODO, absolutamente TODO cambia.

Empiezan a querer a tu hija, a llevarla a todos sitios, a compartir cosas con ella, a pensar qué le conviene, a pensar porqué llora y cómo solucionarlo, a observarla para saber cómo es más fácil que aprenda…en definitiva a dejarla ser PERSONA, a dejarla tener oportunidades, ¡a cumplir con sus derechos!

Y entonces, de pronto, descubres porqué no querían a tu hija: porque no querían y no les daba la gana, porque primero habían visto el autismo y no a ella, porque todos los prejuicios habían triunfado y el derecho a una educación justa se había esfumado.

Esta maravillosa profesora, que desde aquí le mando un abrazo fuerte, en unos meses tuvo que irse porque se acabó su contrato y TODO , absolutamente TODO volvió a ser como al principio.

Volvían a no querer a Lucía y yo ya no pensaba porque razón era, ya lo sabía: dependía del profesor que le tocase, nunca dependía de Lucía, puesto que ella era la misma niña y hacia las cosas igual.

Entonces luché con todas mis fuerzas, cada vez me costaba más discutir con alguien que estaba claro que no iba a querer, estaba muy claro. Pero yo tenía que hacerlo, de verdad que no quería pero la situación no me daba opción: Tenía que luchar por mi hija y tenía que conseguir lo que esta profesora suplente en dos meses hizo. Pero cambiar a alguien de forma de pensar es muy difícil, la barrera que ella se había puesto delante no había nadie que se la quitara. Era imposible, de verdad. Ella nunca veía a Lucía, ella siempre veía el autismo y eso le producía tanto miedo y prejuicios que nunca se adentró en Lucía. Nunca vio que Lucía era una persona más.

Terminó el curso y no lo conseguí, de hecho seguro piensa que le «jodí» y que siempre fui una pesada, que ella lo hacía bien. Esta profesora se marchó, nunca supe a dónde, seguro que a otro colegio que no tengan niños con «algo» porque tengo que decir que para los demás era maravillosa.

Todos estos años, mientras pensaba e intentaba curar mi alma, siempre le decía a todos con los que hablaba de este tema:

«Yo sé que Lucía puede hacer más, yo sé que Lucía puede estar ahí, yo sé que ella es una persona más y sé que ella algún día os va a demostrar que es así. Sólo tenéis que dejarla, darle esa oportunidad.»

A día de hoy puedo decir que esto ha sido así, que este curso está siendo así, que lo ha demostrado y que solo, solamente había que dejarla, había que probar…solo eso.

Me da mucha pena los niños que esa profesora pueda tener a lo largo de su carrera, me da pena que las personas con diversidad funcional por llamarlo de alguna manera (porque no tendría que haber clasificaciones para hablar de personas), pero ellos no son personas con derechos, son personas que dependen de la suerte.

De la suerte del profesor que tengas, de la suerte de si tu colegio se implica, de la suerte de si tus compañeros te aceptan, de la suerte de que te tengan en cuenta, de la suerte del orientador que tengas, de la suerte del dinero que tengas para poder o no denunciar, de la suerte de que te dejen ser una PERSONA y siempre que escribo esta palabra lo hago en mayúsculas porque creo que hay gente que aún, a pesar de vivir en este siglo siguen sin enterarse que son personas y que tienen el mismo derecho que todos a estar en un colegio, en un aula ordinaria con los apoyos necesarios y que si no lo hacen están incumpliendo sus derechos, no nos engañemos.Que tienen el mismo derecho a TODO.

Esta experiencia me ha cambiado, me ha hecho ver que hay muchas familias que pasan por situaciones similares, que nos «obligan»a estar al pie del cañón, nos obligan a exigir lo que nos corresponde y a que nos traten como pesados. Nos obligan a crear una lucha entre familias y profesionales cuando todo debería ser al revés. El estar unido hace que todo vaya como tiene que ir, como va con las demás familias, como es justo.

Esta experiencia me ha hecho más fuerte y a la vez crear proyectos como el de «El Libro y la Rosa» o «Proyecto MADRES» en el que haga pensar a los dos «bandos» cuál es el camino que llevamos y si en realidad es el correcto.

No es justo que en dos meses una profesora haga mucho más que otra en dos cursos. No es justo y no nos podemos quedar de brazos cruzados.

Hoy desde este pequeño rinconcito quiero, aunque sé que no tengo que hacerlo, dar las gracias a todos esos profesores que se implican, que dejan estar, que dan oportunidades, que cumplen los derechos pero en especial quiero agradecer a la actual profesora de Lucía, Teresa, todo lo que ha hecho por mi hija.

Desde aquí y sin pensar, porque ya sabemos la razón, muchas gracias.

Justo ahora que estoy poniendo punto y final a esta entrada que tanto me ha costado, acaban de llamar a mi puerta para darme un paquete. En ese paquete viene un libro que nos regalan para seguir nuestra cadena y que dice verdades como puños, auténticas verdades que todos deberíamos leer. Os invito a hacerlo y nosotras a cambio os regalamos una flor con un toque especial: el toque de luchar por lo que es justo.

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