Para la ministra de educación, Isabel Celaa

Buenas noches, Señora Ministra

No puedo dormir y había pensando en escribirle a usted con todo mi respeto y dolor. Me gustaría que algún día pudiese leerme y entenderme, que algún día le llegara esta carta de alguna manera.

Verá, le quería contar que tengo dos niños preciosos:

Marcos tiene nueve años recién cumplidos y es alegre, fuerte y muy gracioso. Le encanta estar con sus amigos y le chifla Súper Mario.

Lucía es preciosa, tiene 12 años y su pasión es el mar y dibujar. Hace unos dibujos maravillosos llenos de color. A los 18 meses de vida fue diagnosticada de autismo. Ella tiene mucha dificultad en el área social y comunicativa, tiene una gran destreza en matemáticas y es una artista de las tecnologías.

Estos son mis dos hijos, han ido juntos durante 6 años al mismo colegio. Con Marcos todo ha sido muy fácil, todos los profesores le han dejado entrar en clase, ha ido a las excursiones, nos han avisado del día de sus reuniones, le han enseñado, no ha estado solo en los patios, durante el confinamiento han hecho un blog en el que tenía actividades diarias, etc. Todo una maravilla.

Con Lucía ha pasado todo lo contrario; no le han dejado entrar en clase porque a su profesora le ponía nerviosa y no quería que estuviese allí, no ha ido a alguna excursión, en ocasiones no nos han avisado del día de las reuniones o otras cosas, hemos dependido de la buena voluntad para que le enseñaran y la dejaran estar, ha pasado sola casi todos los recreos, durante el confinamiento no tuvimos noticias de nadie hasta un mes y medio después y porque escribimos un correo, etc. Le podría contar el dolor que llevo en el alma y la impotencia en muchas ocasiones pero prefiero no cansarla con mi problema y hablar de Lucía y tantos otros como ella que viven cada día de sus vidas la segregación pura y dura en la escuela que tenemos ahora. Ojalá solo fuese Lucía pero no es así y le pido a usted que nos ayude y haga algo, por favor.

Yo no quiero que mi hija vaya a un colegio de educación especial porque, desde mi humilde opinión, cuando separas y clasificas estás excluyendo y segregando. Tampoco quiero que mi hija vaya a un colegio ordinario que llaman inclusivo donde no tenga sus necesidades cubiertas, donde no la dejen entrar en su clase y tenga que pasar largas horas en el aula TEA, donde no se la reconozca como una persona que es, donde no es nadie…

Yo, señora Ministra, no quiero «inclusiva», tampoco quiero especial. Yo, lo único que quiero es que usted construya, con ayuda de todos, una sola escuela para todos y cada uno de los alumnos y donde no quede nadie fuera. Donde no tengamos que depender de la suerte o buena voluntad. Yo quiero que mi hija pueda tener autismo sin ser discriminada. Una escuela única sin distinción ni etiquetas. Una escuela para TODOS.

Esa es la manera justa de reconocer la diversidad, de aprender unos de otros porque todos tenemos cosas que enseñar y aprender. Una manera justa es una sola escuela que cubra todas las necesidades y que nunca aparte a ningun alumno por ningún motivo.

Sabe, Señora Ministra, yo sueño con esa escuela todos los días. Ojalá usted pueda concederme ese deseo a mí y a tantos otros que tenemos el mismo sueño. Un sueño muy justo que reconoce el verdadero valor de todas y cada una de las PERSONAS.

Muchas gracias.

Belén Jurado

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